UNO DE QUINCE
a Daniel Giuliano
-Me invitaron a una fiesta de quince...
-Sonia...
-¡No son sonias, me invitaron con tarjeta y todo !!
-¡Acuca pirulín¡ Entonces, vamos juntos!!!
-Quisto, no te hagás el pistín!!...sotatere la membrana, si vos querés entrar, te vas a tener que colar!.
-Otra vez?... Socán !!
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Las alternativas setentistas en lo concerniente al apartado jodadequince no eran abundantes pero si, bastante diferenciadas. Era esto o era aquello.
A ver; o el onomástico se celebraba en casa, exponiéndola hasta los últimos límites soportables de riesgos para su edificación; o bien se contrataba un local bien “piola” con todos los “chiches”, de manera que, el singular evento, no pasara desapercibido para la estrecha sociedad de la “ciudad con vocación de pueblo”.
Entonces, todo dependía del nicho societario en que se encontrara, supuestamente, la prole de la homenajeada.
Si la flía era de las más acomodadas -o aparentaba serlo- todo bien. Para eso estaban los salones de fiestas; 501, el Social, el Arte o Karotta (boliche legendario si los hubo), todo lo necesario se alquilaba o compraba...y listo.
En cambio, si la reunión se hacía en “las casas”, había que ir preparando todo con tiempo. Nada de pedir dinero en cuotas de la Caja de Créditos para contratar mozos, sonidista u orquesta de moda. Se podía arreglar con el “combinado” de algún primo hermano, las tías gordas oficiarían de cocineras/mozas y el show lo irían a aportar los colados, justificando de ese modo su presencia y la abundante ingesta de sidra y pizza en trozos que deglutían.
Si la festichola, irremediablemente transcurría durante el frío invierno pampeano, la resignación se abatía por anticipado en el ánimo paterno y se finalizaba autorizando la realización de la reunión en las dependencias internas de la vivienda; por lo que “toda” la casa, sería tomada por asalto y no se podría encontrar rincón alguno sin rastros del tsunami.
Ahora, si el cumpleaños caía en los meses de verano, el desarrollo se podía producir en patios, gallineros o terrazas existentes en la morada.
-Tomá nota, cordobé!:
Se colgaban de los paraísos, o de las plantas frutales del fondo, algunas lámparas de colores bien compradas en lo Mantelli o en lo López; se ataban los perros lejos del frente; se localizaba un fuentón de zinc en las inmediaciones del piletón de lavar la ropa; se distribuían dentro barras de hielo convenientemente retiradas de lo Chinetti, y se procedía meticulosamente a acomodar las bebidas en su interior. -Claro, pequeño saltamontes, todo, siempre, en ese orden imperturbable.
Por cierto que, además, el padre y/o titular del ágape, debía, de modo indelegable, hacerse cargo del asado multitudinario en el suelo, solamente orientado por el lánguido haz de luz de una Eveready de tres elementos.
A esas horas, la joven, la verdadera estrella del momento, aún se encontraba en la peluquería acompañada por alguna fiel amiga. El objetivo era tratar de lograr el peinado que deslumbrara a propios y extraños en esa mágica noche. Días enteros soportando tirantes tocas o simétricos ruleros con tal de obrar el milagro.
Entretanto, el Migonz –en sus varias presentaciones- ya había comenzado a circular entre los tempraneros parientes llegados desde otras latitudes. La música, de arranque, marcaba decididamente la tendencia que llevaría durante todo el transcurso del agasajo: Carlitos “Pueblo” Rolán, con El Turco Abdón , el Cuarteto de Oro, con Cortate el pelo Cabezón o Safari con Estoy hecho un demonio o De boliche en boliche , le daban el necesario brillo a las coreografías de los danzarines.
La selecta concurrencia también obedecía a parámetros preestablecidos. Estaban aquellos muy conocidos o, los medianamente conocidos o, los recomendados por alguna amiga con intereses particulares; todos ellos, contaban con avales para la cena. (el tratamiento especial ya ameritaba erogar algún peso moneda nacional en ropa adecuada y algún regalo modesto).
Los allegados y simpatizantes, estaban consignados al brindis (siempre después de la medianoche) A la puerta, y a esperar el semblanteo de algún hermano mayor, o un tío comedido desbordado en Yuyol, quien oficiaba de seguridad.
En el último escalón de esta pirámide de vida, se encontraban los colados. Algunos de ellos, altamente entrenados en ingresos clandestinos y otros excediendo, en evidencia, todo prudente margen de edad para asistir, en cualquier carácter, a una fiesta de 15.
De eso, quizá, se trataba la contienda-desafío de los fines de semana.
Generalmente, los mejores-cazadores-de-cumpleaños-de-quince, se las arreglaban para estar presentes en todas las instantáneas que los días lunes engalanaban las vidrieras de la Óptica Fotográfica, lo de Zurlo y demás ateliers de los artistas del ojo indiscreto.
Su habilidad estribaba en aparecer posando bien junto a la torta y a la niña bonita de ocasión, ya fuera en fiestas paquetas o en una humilde casita a plazos del Banco Hipotecario.
-¿Qué como funcionaba la estrategia? Dependía...
Lo primero era obtener los datos precisos del sitio a desembarcar, fortalezas-debilidades y, una seguidilla de datos de inteligencia sobre nombre y apellido, sobrenombre, características físicas, gustos musicales, nombre de su mascota y, hasta de que club de fútbol era afín la víctima quinceañera del momento.
Acceder, luego de tantos conocimientos previamente adquiridos, no resultaba para un experto de veras, un obstáculo muy insalvable a vencer. Lo jodido era el permanecer.
Lo primero, en la jerga del zampado, era: acariciar al can , o sea, hacer migas con el padre de la chica.
-¿Lo ayudo con el asado, MA-ES-TRO?
-¡Que lindo el Valiant II del garage! Es suyo?
-¿Usted de cuales Pietraporca es? Porque yo tengo un tío del mismo apellido...
-¡Nada le hicimos a Boca/River/San Lorenzo/Talleres (tachar lo que no corresponda)!
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Una vez salvado el escollo, hablado loas de la excelencia de la cocina piemontesa con la dueña de casa, haberle alabado hasta las begonias y mencionar como al descuido...campo – papá – siembra y hacienda, etc... Solo restaba abalanzarse sobre el núcleo/huevo/o cigota/ de la cuestión.
¿Cuál era éste ?????
“La foto ante la torta junto a la niña bonita de ocasión”
En verdad, todo ese esfuerzo desplegado semanalmente, estaba centrado en recoger indisimulada envidia e inocultable admiración entre los habitués a las tardes eternas del Círculo de Sarmiento y Córdoba y Bell Ville.-
