D.R.
AQUELLOS CERCANOS DÍAS DEL ESTUDIANTE
1996
Cuando me desperté una mañana, después de un sueño intranquilo, me encontraba en 1973.
En esos días, la televisión no gozaba de nuestros favores, ya que éramos gente de radio, en desigual lucha contra la onda, que se resistía a nuestro dial y a nuestra sintonía. En mi caso todo se veía agravado por carecer aún del audiovisual electrodoméstico.
Los grandes desquites provenían del cine. Uno ya podía aventurarse con sus amigotes, a perseguir sagas de Ringo Wood, Django o Clint Eastwood. Nos retirábamos de las salas del Rex y del Cervantes, bañados en sangre y con un delator olor a pólvora que impregnaban nuestros vaqueros Lee y nuestras camperas de corderoy Astronauta.
De vez en cuando, algún descolgado, nos abandonaba en nuestras correrías, pues debía someterse a las tiránicas decisiones de la noviecita de turno. Nosotros, el resto, éramos baguales orejanos que, jamás consentiríamos tal renunciamiento.
Además, ya estábamos civilmente habilitados, para participar -por vez primera- del Día del Estudiante. Bah! Día, semana, mes, todo...
Paso a reseñar su consistencia:
Todo comienza en los albores del mes de setiembre. Mas o menos por allí, se efectúan las competencias intercolegiales anuales (único motivo por el cual uno asiste a un establecimiento educativo)
Varias disciplinas convocan a tal gesta. A medida que son atravesadas, con mayor o menor suerte en la puntuación, elevan paulatinamente la expectativa y las escalas de Richter o de Mercalli, a valores insospechados.
Si un estudiante secundario, de baja graduación; no es un pequeño Maradona, ídem Ginóbili, ídem Kasparov. Debe conformarse con integrar la torcida o barra brava correspondiente a la institución a la que pertenece irrenunciablemente.
Esto genera la obligación y derecho inconculcables, de aplastar estrepitosamente la nariz de todo aquel oponente a nuestra divisa.
Aún conservo algún tipo de resquemor indisimulado a todos los del Comercial.
Las facturas pendientes, necesariamente, deben ser saldadas. Por lo que, en los días sucesivos, alguien siempre sufre menores consecuencias.
Todo está cronológicamente estipulado históricamente, para que, al arribar a la semana del estudiante, uno (dicho alumno/a), piense solamente en los preparativos del día V (veintiuno, claro).
Si uno no tiene la suerte de poseer un padre o madre, veterano en estas lides, debe consultar a alumnos de cursos superiores (lo ideal, son los crónicos o los que se jactan de ser varias veces expulsados de por ahí).
La prioridad, es conocer los códigos y manifiestos liminares, que rigen estrictamente en esa fecha.
Ejemplos:
Hay que dominar perfectamente cada sector de la reserva natural, que para estos fines, El Hacedor, ha sabido destinar oportunamente.
De esta manera, nuestro curso obtendrá un lugar de privilegio.
Hay que saber eludir el control de bebidas alcohólicas que dispone la autoridad policial, para tal evento. Solo unos pocos son especialistas en enterrar damajuanas, ya sea, con vino tinto o con vino blanco (de peritos en jugos no hay registros).
Dicho procedimiento debe tener ocasión en vísperas del acontecimiento, encargándosele a los más memoristas del aula, la tarea de retener el sitio exacto del sepelio.
Algunas líneas de pensamiento aconsejan para el momento de seleccionar el lugar (dejando inequívocas señales de pertenencia) desarrollar allí mismo, un asado previo o, pre-asado, como rito de posesión catastral.
Bien , obviaré detalles relativos a quienes prefieren pernoctar la noche anterior en la espesura, a merced de alimañas, sapos cancioneros o fogosos amantes, quienes eligen la naturaleza como entorno propicio.
Por lo tanto, pasaré a considerar lo estrictamente menester para participar de esa inolvidable jornada.
La vestimenta debe ser la apropiada para tan antojadiza época del año. Fluctúa entre el gabán y paraguas, campera, bufanda, short de baño, ojotas, gorro, bandera y vincha...
Utensilios: un destapador multipropósito cada diez comensales. Jarra para sangrías, vaso irrompible.
Para lo demás, cuchillo, tenedor y un plato de madera del país, que, religiosamente, deberán ser extraviados ese mismo día, como ofrenda a Dominguito Sarmiento y a Pipo Cippolatti.
Debería dar cuenta de las distintas actividades que tienen lugar en el transcurso de la extra áulica jornada; tales como, los duelos de canciones de dudosa catadura moral, del índice de visibilidad que alcanza la polvareda producto de los cuadros de danza; el glorioso retorno al hogar, etcétera. Lamentablemente yo nunca he sobrevivido más allá de las catorce y treinta horas, para poder cronicar los sucesos de marras.
Luego que nuestros gladiadores han recibido el baño del Ganges (sacramento que solo en esa fecha, otorga propiedades milagrosamente curativas), dirigen su nueva estampa al consabido Baile del Estudiante, segunda instancia de un desenfrenado triatlón, que consagra, luego del asado-pasado-de largo, a los verdaderos adalides de los claustros de mi pueblo.
Publicado el viernes 21 de setiembre de 2001- periódico Nueva Tribuna-Bell Ville.
Difundido en el programa “Nosotros los cordobeses” de Radio Nacional Córdoba.